Todo empezó en una conferencia donde un cardenal nos daba a mis compañeros de trabajo y a mí una charla. De repente apareció una ex compañera del mismo trabajo vestida de uniforme, y hablando de lo serio que era aquello y que ante todo pedía respeto. Incidía mucho en respeto.

Nos contó que su sueño era ser sacerdotisa, y que había decidido cambiar de vida. Fue en ese momento cuando todo empezó a oscurecer y noté que volaba a un sitio paralelo. Estaba presenciando en otro sitio, pero sentado en el mismo sillón, como ella mataba a gente de noche, de día, a todas horas. Fue en mitad del “espionaje” cuando me vió y me explico que era La Muerte. Me asombró la tranquilidad de la explicación, como si fuera un trabajo cualquiera. Recuerdo aún palabras como “mi función es darle paz eterna a niños enfermos, curas, obispos e incluso al mismo Papa.

Yo estaba ciertamente asustado, y volví en mi otra vez al mismo sillón en el mismo teatro de conferencias. Como si nada hubiera pasado. Fue entonces cuando ella me miró, y me dijo que tenía una misión muy importante, ya que nadie jamás había logrado vencer a La Parca.

Eran como pruebas, tenía que salvar la vida de muchos animales que representaban personas, en una casa con laberintos que parecía conocer de sobra. Siempre que salvaba a alguien, tenía que pelear con otros seres. Ganarles y sentir que había salvado a otra persona. Pero sabiendo como soy, eso solo hacia que me centrase más en salvar a esos animales que nada en el mundo.

La última prueba fue la más impactante. Entre en un salón lleno de luchadores, tenía que salvar una especie de mariposa. Derroté a todos, y el último era una de las peores personas que jamas he conocido. Un enemigo mío reconocido al que odio a más no poder.

Nos convertíamos ambos en animales según nuestro poder, y en una lucha épica, acabé estrangulándolo con mis propias manos. Vi la sangre en sus ojos, como el corazón se le salía del pecho, y entonces entendí que no podía matarlo. Lo solté. Y fue Justo en ese momento cuando me desperté en la sala de conferencias, todo era penumbra y velas, y al sacerdotisa gritaba de dolor con los ojos negros y sangre a borbotones “Nadie puede vencer a la muerte” gritaba. Se abalanzó sobre mi pero todos mis compañeros y yo huimos.

Fue todo dentro del ámbito católico, pero al más puro estilo satánico o sectario. No se que puede significar, pero tenía muchos detalles de mi vida infinitamente más reales que la vida misma.